Irresponsabilidades y barbaridades varias...

Últimamente, por mis circunstancias personales, me he encontrado con varias situaciones que me han llevado a reflexionar un poco sobre el tema de la infancia... (principalmente en nuestra cultura, aunque pienso que seguramente mucho de ello puede ser extrapolable a otras, con sus matices).
Y es que parece que todos sin excepción arrastramos una serie -más o menos larga- de “teclas” desde muy niños, que nos afectan para el resto de nuestra vida si no llegamos a sanarlas, cosa dificilísima en muchos casos... Porque como sabemos, todo lo vivido en los primeros años de vida nos marca de forma increíble, y nos hace en buena medida, ser como somos luego en la supuesta madurez... Especialmente hasta alrededor de los siete años de edad, parece que nuestros cerebros lo “chupan” todo con una facilidad pasmosa... y el problema está en ese “todo”...

Yo, observándome y observándonos, cada día alucino más con lo complicadísimos que somos, y lo difícil que nos resulta estar a gusto y felices con nosotros mismos -mucho más convivir con los demás-. Y creo que gran parte de la complicación y de la dificultad nos viene desde pequeñitos, siendo luego una tarea muy ardua el simplificarse y deshacerse de dichas trabas, y mucho más cuanto más tardamos en descubrirlas, porque nuestro cerebro va perdiendo paulatinamente su plasticidad o flexibilidad...

Pues bien..., ahora voy a describir un ejemplo bastante típico... Para empezar, una persona con toda su inmadurez, sus inmensas carencias afectivas y su retahíla de neuras arrastradas desde la infancia, que no se encuentra bien consigo misma, va y resulta que no sabe estar sola, y sin tratar de encontrar primero un cierto equilibrio o felicidad propios, se le ocurre juntarse con otra persona que está igual o quizás peor consigo mismo... Así que una vez atraídos los afines, se ayudan entre ellos a alcanzar un mayor desequilibrio, creándose su infiernito particular, y cómo no..., se ponen a hacer lo que se supone que se debe hacer..., y entre esas cosas, por supuesto, entra algo automático y poco importante, que es el tener hijos como conejos, a los que les van a transmitir las mismas neuras y algunas nuevas... Estos hijos, a cierta edad, arrastrando las “teclas” que no hayan logrado sanar, se van a juntar -porque se supone que hay que hacerlo- con otra persona también bastante “tocada” -generalmente-, y van a repetir -con matices- lo mismo que hicieron con ellos, perpetuando y agravando así este círculo vicioso durante generaciones y generaciones, ayudando a mantener o incluso empeorar esta sociedad tremendamente enferma que tenemos...

Está claro que también se da el caso opuesto, en el cual los “protas” son personas que han logrado una relativa madurez mental, bien porque han sanado bastante sus aspectos que les aportaban infelicidad -logrando romper el círculo vicioso anterior, lo cual es trabajoso y muy complicado-, o bien porque no han sido tan machacadas en la infancia por sociedad, padres y compis de cole, sino que sólo han arrastrado neuras más leves -algunas de las cuales han podido comprender y desechar-. Y a algunas de estas personas, que sí saben estar solas y auto-soportarse, en un momento dado les apetece compartir su alegría vital y sus penas con otro afín -a veces, tras malas experiencias y duros aprendizajes con personas algo más “tocadillas” y menos preparadas para compartir-. Y puede ser, que tras un período en el que comprueban que su convivencia les aporta múltiples aprendizajes, felicidad y todavía un mayor equilibrio personal, dándose cuenta de las grandes posibilidades que tienen de poder estar mucho tiempo disfrutando juntos, y tras analizarlo y hablarlo entre ellos, va y les surge a ambos la ilusión de realizar algo que consideran como una de las cosas más importantes que pueden llevar a cabo, que es tener uno o varios hijos..., con lo cual, se preparan ambos con alegría para hacerlo lo mejor y más responsablemente posible, para dedicarle a ese nuevo ser humano todo el tiempo y amor que necesita -es decir, muchísimo-. Tras todo ello, las influencias positivas que reciben esos hijos de sus padres, van a ser muchas más y de mayor peso que todas las influencias negativas que también van a recibir -tanto de sus imperfectos padres como de la enferma “suciedad” en la que viven- las cuales luego se tendrán que trabajar para convertirlas en aprendizaje y no repetir los mismos errores, si es que les molestan y quieren encontrarse más a gusto. Y así, estas personas, en una espiral opuesta a la anterior, pueden llegar a contribuir enormemente a sanar una sociedad enferma, y a que tengamos más cerca otro tipo de “mundo”, otro tipo de relaciones interpersonales -e “interespecies”- que algunos sabemos posibles.

¿Os suenan ambos ejemplos?. Quizás, y por desgracia, algo más el primero... Pero evidentemente son dos casos totalmente opuestos, con un abanico de intermedios enorme. Yo, por mis circunstancias, me considero más cercano al segundo -tanto por mi familia como por mi trayectoria personal-. Y en este segundo supuesto, opino que lo más importante es la contribución de uno mismo, independientemente de que uno pueda tener hijos y “contagiarles” esa forma de contribuir con la propia armonía.
Evidentemente, y desde mi propia experiencia, observo muchísimas otras experiencias tendentes hacia el primer ejemplo, hacia perpetuar la enfermedad y la infelicidad de por vida, a uno mismo y a sus descendientes, contagiándoles trabas dificilísimas de superar ni siquiera en tres vidas. Y observo con mucha preocupación e incluso alarma, a numerosos padres que quizás nunca debieron serlo, repitiendo exactamente los mismos errores -cuando no, atrocidades- que cometieron con ellos. Por desgracia, a las personas y a los pueblos nos cuesta muchas veces no hacer a los demás lo que no queremos que nos hagan a nosotros, incluso aunque lo hayamos sufrido en nuestras carnes...

Así que después de todo este rollo, termino con una idea o propuesta, que Nipona y yo nos hemos planteado en ocasiones, y que a lo mejor os puede sonar extraña o exagerada... Y es la de que se nos proporcione a todas las personas, por el hecho de serlo, una formación y un control serios, exigentes y de calidad, en cuanto a la maternidad-paternidad. Y más aún, que a las personas que se lo estén planteando con sus parejas, les sea asegurada una preparación y un control tanto generales como adecuados a cada caso concreto. Porque si nos preparamos concienzudamente para un trabajo, una oposición, un deporte, para conducir, para las tareas domésticas, etc... con mayor motivo para algo tan trascendente como traer un ser humano al mundo.
Nosotros, llegaríamos a proponer incluso, además de esta preparación, y en el ámbito del control, la necesidad de pasar unas pruebas o controles previos, que determinen la aptitud como pareja para ser padres, globalmente. Y por la seriedad del tema, pudiéndose llegar a negar la posibilidad de traer seres humanos al mundo a aquellas parejas que no estén suficientemente preparadas y que no hagan por prepararse, personalmente y como pareja, en cuyo caso sería de una irresponsabilidad tal que nos podría perjudicar muy probablemente al resto de personas, por las repercusiones que luego conlleva el traer personitas al mundo de cualquier manera...

Porque, ¿no nos ayuda y nos impone la obligación, el propio estado, de ser responsables en ciertos asuntos -de menor importancia-, cuando esa responsabilidad no saldría de nosotros en muchos casos? Es una pena que tenga que ser así... -que en general todavía se nos tenga que amenazar a base de leyes y religiones para que seamos un poco más “buenos”- pero la realidad aplastante es que no todos, ni mucho menos, estamos preparados personalmente y como pareja, para asumir ciertas responsabilidades, como la de tener hijos, y aún así lo hacemos... con las consabidas consecuencias que más tarde padecemos todos... Y es que, en un asunto tan importante y delicado, en teoría, uno mismo debería verse y valorar sinceramente si está preparado y puede realmente hacerse cargo de esa responsabilidad -que puede ser muy bella y enriquecedora una vez asumida, qué duda cabe...-. Pero para muchas personas eso resulta extremadamente difícil, porque no se observan ellos mismos, y mucho menos valoran o analizan las consecuencias de sus actos... Y cuando uno no puede lograr esto mismo en otras facetas, el estado le ayuda -o debería hacerlo- a conseguirlo, y en teoría le debería dar los medios para informarse, formarse y ser capaz... Además, si uno lleva a cabo ciertos actos que requieren una preparación y una responsabilidad, careciendo de una y de otra, el estado, por el bien de todos, sanciona o penaliza a ese/esos individuos de distintas maneras -en el caso de los padres irresponsables, en los temas considerados más graves , haciéndose cargo de sus hijos-.

Y en mi opinión, por desgracia, es evidente que los gobiernos no ponen los medios necesarios en ciertas materias sociales, y en materia familiar menos todavía... recayendo casi todo en uno mismo, en que cada uno hace casi lo que le viene en gana con su pareja -incluso maltratarla- y con sus hijos -ídem-. Con lo cual, si no hay medios para atender debidamente los casos más extremos, entonces lógicamente hoy por hoy es utópico plantear ayudas y controles más exhaustivos. Sin embargo, en mi opinión sería muy necesario dedicar más atención a todos estos temas -de ésta y/o de otras formas-, para poder alcanzar una sociedad bastante más sana, porque su salud depende de la salud integral de las personas que la componemos, y ésta depende en gran medida de la infancia que tengamos.

Mugidos cariñosos a tod@s.