Las ideas y los hombres
Porque los amigos caben en todas partes, el post de hoy es de CabezaSaturno. El blog me ha parecido lo suficientemente bueno como para honrarlo con este pedazo de artículo. Gracias, amigo. Las ideas y los hombres En algun momento, el pincel de los tiempos quedó impregnado del trazado de la sangre en la tela de la historia, trazado que mojado al fresco se secó y quedó distorsionado, corrido, sin forma. En algun momento, hace ya mucho, ese cuadro que es la historia se llenó de tinto óleo que mojado lloró en mil gotas sobre toda su superficio, llenándolo todo, tapándolo todo, todo bajo la sangre de los inocentes, de los culpables, de todos. Y en ese cuadro de colores vivos y alegres, la oscura mancha roja ennegreció y lo llenó todo de sombras, de muerte, de la muerte que guardaba dentro de sí. Y ahora esa primero virgen, después alegre tela, ahora es oscura y sucia, manchada por muchos sitios. En algún momento algunos, o todos, manchamos la realidad y dejamos que el tiempo la pudriera. En algun momento, surgieron ideas. Y las ideas impulsaron al hombre, y los trazados en el cuadro se inicieron con líneas inseguras de principio, con firme trazado después. Y las ideas nos llenaron, nos hicieron avanzar, nos hicieron mejores. Y la duda, esa temida rémora de inacción, fue sustituida por la creencia. Creíamos en las ideas. Y surgió la seguridad. Y el arte se hizo disciplina, pues la idea había tomado el poder de decidir cuáles de las pinceladas, de las líneas, de las sombras proyectadas eran las correctas. Y nosotros, artistas voluntarios o no, seguimos dibujando. Y surgieron varias escuelas, y cada una entendía su disciplina de una forma, de la suya. Y menospreciamos al otro, seguros de nuestra disciplina, necesitando estar seguros de que lo que pintábamos nosotros era arte y no lo que pintaban los demás. Pero la seguridad sólo lo es en plenitud, y tantas disciplinas no eran tolerables. No podía pintar cada uno lo que quisiera, eso era una burla al arte, al verdadero arte, y cada uno tenía su verdadero arte, su disciplina. Y las alegres pinturas del pasado se convirtieron en sombríos retratos del dolor de la imperfección, y finalmente las distintas escuelas se enfrentaron, y el rojo tiñó para siempre sus lienzos, manchándolo todo, secándose de forma desordenada, sin órden, distorsionando la imagen sobre la que había caído. Y los pinceles se llenaron de tinto, y al grito del verdadero arte destruyeron todo lo que otros habían construido. Ahora todo es tinta roja seca, en varias costras, tinta roja ennegrecida caído sobre la tela sin órden, sin disciplina, sin arte. Y aún así, las distintas disciplinas, las que quedan, siguen viviendo en la necesidad de saber que lo suyo es arte, sólo lo suyo, que ellos tienen la razón. Y recordando en tinte enrojecido las injusticias de otros, sólo desean el momento de imponerse a todos y establecer el verdadero arte. Y esto es porque ya no hay arte, sólo disciplinas. En el momento en que las ideas se apoderaron del hombre, la libertad, el arte, ya no podía tener forma, porque el arte, la libertad, es precisamente la expresión de cada uno, no de la escuela a la que pertenece. Ayer, Santiago Carrillo recibió el reconocimiento a su labor por la democracia. Sin él, posiblemente el avance de la transición habría sido imposible, sin él y sin la ayuda de algunos que otrora fueron franquistas, fachas. Ayer, los fachas rememoraron de nuevo el goteo de tinta roja que sobre sus gentes cayó en unos tiempos que no pueden entender, tiempos de odio y guerras, resultado del contínuo manar de rojo sangre en el que se ha convertido la historia, un período que no conocen, pero que necesitan imaginar para sentirse realizados. Carrillo fue un asesino, igual que Franco. A distintos niveles, ellos mataron. Mataron por sus ideas, por lo que creían. A algunos, a muchos, les parecerá horrible comparar a Carrillo con Franco, por favor... si uno creía en la libertad y el otro no. Pero, ¿qué es la libertad? Franco creía que daba libertad a su gente (una, grande, libre) o al menos eso dibulgaba. Tal vez, la verdadera diferencia entre Franco y Carrillo, es que Franco ganó y tuvo más tiempo, mientras que Carrillo perdió y le tocó reflexionar sobre lo que había hecho. Cada uno verá esto de la manera que quiera, pero siempre desde la perspectiva de las ideas, de esas ideas que cree suyas, que admite como tal, aquellas que nos limitan a una misión limitada y subjetiva de todo. Ayer se demostró que el recuerdo de la sangre siempre es intempestivo, lleno de odio, lleno de ira, siempre todos se sienten víctimas, todos se comportan igual aunque no lo hayan vivido, aunque no comprendan un tiempo que nada tiene que ver con el nuestro. Ayer se vió que las ideas reinan sobre las personas. Porque si malos eran los "fachas", malos los "comunistas" que consideran esto poco menos que un sacrilegio, cuando es cierto que Carrillo mató y mató a muchos. Todos ciegos en un odio que ni siquiera es suyo, rememorando una época pasada que no han vivido sólo para fortalecer sus convicciones, su verdad. Todos necesitando tener la seguridad de que llevan razón, pisar sobre seguro, vivir sin el temor a estar equivocado, y con ese respaldo, con la seguridad, poder pisotear a los que se equivocan. A veces creo que el hombre empieza a creer en las ideas de otros cuando deja de creer en el hombre, cuando deja de creer en sí mismo. Las ideas están bien, como base. Como guía, incluso. Pero no como religión. Hay que aprender a vivir, a convivir con la duda, con la inseguridad de la imperfección. Porque eso, el sentir que puedes estar equivocado, eso es el respeto. Y hoy en día, creo que nadie lo tiene. Nadie tiene dudas. En algún momento, las dudas se disolvieron con el rojo de la sangre, que absorvido por el pincel, se impregnó en los lienzos de todos, destruyendo y distorsionando. Y tras dar ese trazado, los pinceles quedaron manchados para siempre de ese tinto ennegrecido, y a cada golpe del artista, sólo se ha conseguido deformarlo todo bajo su color. Hemos olvidado el arte, ¡Viva la disciplina! |
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